Saludos, viajer@s. Vivimos en un mundo hostil, no porque la naturaleza nos trate con el rigor de una madre estricta, sino porque nosotros, pobladores de este azul planeta, nos empeñamos en odiarnos un poquito más cada día... y vaya si lo conseguimos.
Para muestra las redes sociales, lugar ideal donde te despellejarán vivo si ofreces tu sincera opinión. El anonimato, la falta de educación y la incultura son el caldo de cultivo para ofender gratuitamente al prójimo. Total, si estás aburrido pocas cosas hay más interesantes 🤮.
Por ello, cuando pierdo la fe en la humanidad miro a los animales, siempre capaces de enseñarnos más de una lección. Hoy os traigo a una historia de fraternidad y respeto entre especies tan diferentes como lo son un humano y un cisne.
¿Puede un cisne ser amigo de un ser humano? Sí, puede. Puede porque en el fondo da igual la especie, la raza y el color de la piel. Da igual si no hablamos el mismo idioma, si tenemos plumas, escamas o pelo. El respeto y la amistad son universales en todas las especies que poblamos la Tierra, aunque muchas veces se nos olvide al abrir Twitter.
¡Hasta la próxima!
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