Saludos viajer@s. Pasa, ponte cómodo y déjame que te cuente. No falla, en todos los viajes que realizo siempre me encuentro algún caballo. Y no me refiero a un caballo salvaje, corriendo con su melena al viento, sino con un caballo taciturno, recluido en una pequeña finca, infestado de moscas e inmóvil en una absoluta soledad.
Muchas veces me pregunto si esa es la etapa de jubilación de ese caballo, si ya han pasado los tiempos mejores y ya no tiene eso tan propio de los humanos, utilidad. Me pregunto si es lo mismo que lo que hacemos los humanos entre nosotros cuando ya no somos útiles y nos retiran a nuestras casas, con una pequeña paga y una palmadita en el hombro como gratificación a toda una vida de trabajo.
Pero el caballo nunca eligió trabajar y mucho menos ese plan de jubilación. Carreras, carga, paseos de enamorados bajo el sol abrasador, trabajo sin convenio y, en algunas ocasiones, sin decencia. ¿Sabías que ese caballo que ves correr en el hipódromo es viejo a los cuatro años de edad? Y no es porque su vida sea corta, de hecho algunos caballos están en forma hasta los 18 años.
El más longevo conocido fue el Old Billy, que vivió 62 años en el siglo XVIII, utilizado para remolcar barcas en Inglaterra. Pero esto no es lo normal, los caballos de carga no suelen pasar de los 25 años, siempre que su alimentación sea variada y tengan atención veterinaria. Pocos animales hay tan nobles como para merecer esto:
Hasta otra, vaquer@s.
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